Cantuña y el diablo |
El indígena comenzó los trabajos, pero el tiempo que disponía era muy corto. Pasaron los días y comenzó a desesperarse. Faltaba tan solo un día para la entrega de la obra. Cantuña fue amenazado con ir a la cárcel si no terminaba el atrio a tiempo.
En esos momentos se apareció Satanás, quien exclamó: ¡Cantuña!. Aquí estoy para ayudarte. Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir el atrio antes que salga el sol, pero a cambio, me entregarás tu alma.
El indígena aceptó el trato, y puso como condición, que sean colocadas absolutamente todas las piedras y el diablo aceptó.
Inmediatamente los “diablillos” a empezaron a trabajar y con el pasar de las horas, la monumental obra arquitectónica estaba concluida antes de la medianoche. Fue el momento indicado para cobrar el precio por la construcción: el alma de Cantuña.
Cuando el diablo estaba a punto de llevarse el alma del indígena, este lo detuvo al afirmar: ¡Un momento! Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la construcción y no fue así. Falta una piedra. ¡El trato ha sido incumplido! En ese momento Cantuña sacó, debajo de su poncho, una roca que la había escondido muy sigilosamente
Satanás sorprendido reconoció que un simple mortal le había engañado y de esta manera, Cantuña salvó su alma, y el diablo tuvo que retirarse sin recibir su paga.
Esta tradicional leyenda de Quito se mantiene intacta en la Plaza de San Francisco. Allí los vecinos del lugar y los transeúntes coinciden con los detalles de este relato y reviven lo aprendido cuando eran niños.